Los problemas de la central nuclear de Fukushima y de otros reactores en el noroeste del Japón han asestado un duro golpe a la industria nuclear mundial, poderoso cartel de menos de una docena de importantes empresas de propiedad u orientación estatal que han estado pregonando un renacimiento de la energía nuclear.
Muchas centrales nucleares están situadas a lo largo de las costas, porque en ellas se utiliza una gran cantidad de agua. Sin embargo, desastres naturales como las tormentas, los huracanes y los maremotos están resultando más frecuentes a causa del cambio climático, que también causará una elevación del nivel de los océanos, con lo que los reactores costeros resultarán aún más vulnerables.
Las centrales nucleares situadas junto al mar no afrontan problemas similares en situaciones de calor, porque el agua de los océanos no se calienta, ni mucho menos, con la misma rapidez que la de los ríos o los lagos y, al contar con el agua del mar, no provocan escasez de agua dulce, pero, como han demostrado los reactores del Japón, las centrales nucleares costeras afrontan peligros más graves.
Es probable que lo sucedido en Fukushima afecte irremisiblemente a la energía nuclear de forma similar al accidente en la central de Three Mile Island, en Pensilvania, en 1979, por no hablar de la fusión, mucho más grave, del reactor de Chernóbil en 1986. Sin embargo, a juzgar por lo sucedido después de aquellos accidentes, los defensores de la energía nuclear acabarán volviendo a la carga.
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